Para hablar de la obra
del poeta y artista brasilero Floriano Martins es imprescindible comenzar por hablar
de su trabajo como promotor y estudioso del arte y la literatura latinoamericanos.
Esto no solo porque para Martins las fronteras entre la escritura y lo todo lo
que se hace en la vida deben diluirse, sino porque en sus poemas se hacen
evidentes los temas que lo ha han guiado su vida en su trabajo en sus diferentes
facetas. Durante años dirigió, junto con Claudio Willer, la revista digital Agulha, y desde 2001 dirige Banda Hispánica. Ambos proyectos están teñidos
por una de las principales obsesiones de Martins: la comunicación entre la
cultura latinoamericana en español y portugués para crear una comunidad
cultural con una tradición común. Para Martins, el mutuo desconocimiento de los
poetas y estudiosos de ambas lenguas es una de las aberraciones culturales que
hay que cambiar. En segundo lugar, en el trabajo de Martis ha habido otra gran
obsesión intelectual y estética no menos importante: el Surrealismo. Para él,
esta palabra no designa únicamente el proyecto poético que alguna vez diseñó el
francés André Bretón en los años veinte.
El
Surrealismo en la visión de Martins es un modo de ser artístico en constante
cambio y expansión, que ha sido transformado, revitalizado resinificado a lo
largo de los años. Así, Martins ha dedicado su labor como crítico, editor y
antólogo a comprender las variaciones de este fenómeno en la poesía latinoamericana
y, por supuesto, en su propia propuesta poética. El Surrealismo para Martins ha
sido una fuerza que ha propuesto nuevos horizontes estéticos y vitales, y que
impregnado todas las formas del arte hasta el día de hoy. En efecto, Floriano Martins se considera a sí
mismo surrealista, no solo en tanto que poeta, sino en su manera de entender su
trabajo como plástico y sus diálogos con el mundo de la música.
Este
mismo espíritu está presente el libro Tres
estudios para un amor loco (Ediciones Alforja. México, 2006). Allí Martins reúne la traducción
–revisada por él– de los poemas “Extravío de noches” y “Dos mentiras”, y la
reedición corregida de un poema escrito originalmente en español: “Los
tormentos miserables del lenguaje y las seducciones del
infierno en los instantes trágicos de amor de Barbus y Lozna”. Al inicio de
cada cada uno de estos poemas se han incluido fotomontajes artísticos del
autor, quizá a manera de epígrafe visual o para resaltar el dialogo que los
poemas establecen con otras formas de arte. Cada una de estos poemas, que por
su extensión y unidad podrían ser libros independientes, son presentados como
partes de un mismo texto.
La
primera parte, “Extravío de noches”, es en la que se puede encontrar más
claramente la presencia del Surrealismo en un sentido tradicional: torrentes de
palabras que se encadenan, referencias oníricas y eróticas, y la presencia de
metáforas hechas de elementos deliberadamente disímiles pero con un fuerte
componente visual:
El cuerpo está cubierto de velos
que son cortes profundos en la piel
y son trofeos de un desastre
en el bosque de tus sueños:
el cuerpo foliado con sus recortes de gozo
y estampas laminadas que son garabatos
en la piedra esbozada en tu vientre
y vellos de fuego como árboles que exhiben
ante un derrame de voces
Pero
el flujo de palabras que encontramos en fragmentos como éste convive con otros
momentos en donde elementos más fuertemente racionales se imponerse en el
poema. Así, se pueden encontrar secciones donde se reflexiona sobre el papel
del lenguaje y de las palabras en la poesía (si imposibilidad de captar la
vida), la relación de la poesía con la presencia o la pérdida de Dios, así como
referencias a la construcción del propio texto que se está leyendo. En esos
momentos el lector siente que el poema da paso al ensayo y que se siente más
fuertemente la voz del crítico que ha reflexionado sobre el papel de su propia
escritura. En algunos momentos este cambio de tono da la sensación de que el
autor está dando explicaciones; es como si la voz poética se hubiera
arrepentido de los riesgos que había corrido en sus momentos más oníricos y
avezados, y quisiera justificarse mostrando que posee un conocimiento del
oficio. En otros, en cambio, este cambio de tono le da fuerza al poema, pues se
genera una voz consciente sobre sus descubrimientos.
La
segunda parte de libro es “Los tormentos miserables del lenguaje y las
seducciones del infierno en los instantes trágicos de amor de Barbus y Lozna”.
El texto se propone como un diálogo poético entre dos personajes imaginarios,
Barbus y Lozna, que bien pueden ser desdoblamientos un solo yo poético
explorando diferentes facetas de su interioridad. El texto gira en torno a la
relación entre Eros y Tánatos, es decir, entre el erotismo y el amor por un
lado, y la muerte, la desaparición y el olvido por otro. Ambos elementos
aparecen como fuerzas en tención pero también como facetas de un mismo
fenómeno. Barbus y Lozna se aman, se tocan, pero sobre todo se piensan
poéticamente. Sin embargo, el poema se ocupa tanto de lo que consiguen ambas
voces en su juego de poesía-amor, sino de lo que no consiguen. Así, trata más
sobre los límites tanto del amor como de la poesía. Al final el texto se revela
como un poema de ausencia, no sólo de la ausencia de dos amantes separados,
sino de la ausencia a la que se tiene que enfrentar el lenguaje.
Es la lengua una marea de reflujos.
No hay retorno del poema si la sangre
no ha sido derramada con provecho.
¿Quién podrá decir que el amor ha pasado
hace tanto tiempo que no cabe más
su herencia sobre la
tierra? Donde termina
el hombre empieza el infierno de su
memoria. Es una llave sin fin. No es tarde.
En
esta parte, más que en las otras dos, Martins intenta dilucidar sus reflexiones
a través del diálogo con otros poetas, en primer lugar de la tradición clásica,
pero sobre todo de la poesía latinoamericana moderna. De modo que el poema se
despliega en muchas direcciones: como diálogo con la tradición, exploración de
los límites del lenguaje, como poema sobre la muerte y como diálogo amoroso.
Todo esto buscando un continuum en el que se da a entender que cada uno de
estos despliegues poéticos no es más que la manifestación de diversos ángulos
de un mismo problema que aparece ante el poeta de muchas formas. A pesar de
esta diversidad, nunca se tiene la sensación de tener un poema fragmentado,
sino un flujo integrado de perspectivas sobre una misma preocupación y una
misma angustia.
Sin embargo, esa misma unidad que logra el
poema lo lleva a la principal objeción que se le puede hacer: al ser un poema
extenso y desbordado de palabras (como su título), al cabo de un tiempo el
lector se siente ahogado en cierta redundancia. Si en “Extravío de noches” se
percibía una voz poética súbitamente contenida por la voz crítica, en “Los
tormentos miserables…” hay un sujeto poético que ha logrado articular
fluidamente el pensamiento racional y el descubrimiento de sus límites, pero
que se ha dejado maravillar demasiado por los versos que ha conseguido. No se
puede decir que haya un momento donde el poema esté mal logrado, pero sí se
tiene la sensación de que se hubiera podido prescindir de una parte de los
fragmentos, pues en su monotonía le quitan algo de fuerza al poema.
La
tercera parte, “Dos mentiras”, es la mejor lograda de las tres. En un estilo
mucho más condensado, aquí el poeta vuelve a plantear los temas que ha venido
desarrollando a lo largo del libro: el erotismo, la soledad, la ausencia del
ser amado y, sobre todo, la imposibilidad del lenguaje y del amor para
sobreponerse al paso del tiempo y a aniquilación de todas las cosas. El poema
está planteado del todo desde una voz femenina. Inicia como un poema puramente
erótico de gran intensidad, pero lentamente va revelando su verdadera
naturaleza como poema sobre la muerte (aquí como posible asesinato), el paso
del tiempo y el fracaso del lenguaje mismo. El personaje femenino mata, real o simbólicamente,
a su amado. Con ese acto se mata el amor, la memoria, y sobre todo la
identidad:
Proscripta o prescripta: la tinta será siempre un
riesgo.
No sé si tuve un amante, si viví un loco amor
y lo maté. Despierto dando gritos ajenos, como
si viviese un verso de Díaz-Casanueva. Dedicarme
a estas memorias, hace que me identifique con
rostros iluminados por una imagen que se repite:
nada sé de mí: no recuerdo con certeza lo que fui.
Después
de cada una de las partes de Tres
estudios para un amor loco es como si para el poeta sólo quedara una gran
incógnita. Esta incógnita que no puede resolver ni en sus personajes, ni en sus
reflexiones sobre eros, la muerte o la palabra, ni en sus diálogos con la
música, el arte, la cultura o la literatura latinoamericana. Tampoco se puede
resolver por la ruptura del lenguaje y de la racionalidad que propone el Surrealismo,
el cual halla en los poemas de Martins tanto su realización contemporánea como
sus imposibilidades. Lograr presentar esa incógnita de un modo corporal,
visual, pero también intelectual, es quizá uno de los mayores logros del libro.
Por último, el hecho de que Martins haya
escrito los poemas en español y portugués da cuenta de su voluntad de navegar
por ambas tradiciones literarias. Esto se hace evidente a lo largo de todo el
libro, en donde cita indistintamente a
poetas como Borges, Juarroz, Ludwig Zeller, Drummond de Andrade o Murilo Mendes
y los hace partícipes de una sola tradición que articula con su propia
propuesta. Además de los logros propios de cada uno de los poemas, esta manera
de aunar las latitudes poéticas hace del libro de Floriano Martins un texto interesante
que puede convertirse en una puerta de entrada para un entendimiento de la
poesía que se escribe en el continente.
[2010]
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