El libro Un nuevo continente, sobre el tema de
uno de los movimientos de vanguardia más influyentes del siglo XX, el
surrealismo, y su repercusión en América, acaba de ser editado en Costa Rica
por el sello Andrómeda. La compilación, que reúne poetas de 14 países y que
está a cargo del poeta brasileño Floriano Martins, incluye textos de seis
autores argentinos: Olga Orozco, Enrique Molina, Aldo Pellegrini, Julio Llinás,
Francisco Madariaga y Alejandro Puga.
Martins,
nacido en Fortaleza en 1957 y autor de ensayos como “El inicio de la búsqueda”,
obra también dedicada al surrealismo, habla sobre la
idea de esta compilación: “Es la de reunir lo más representativo en la poesía
surrealista en todo el continente americano. Es la primera vez que se hace algo
así y lo entiendo como una primera etapa. Tengo conciencia de su insuficiencia,
y sigo trabajando. Hay una edición ampliada prevista para 2006 y una versión al
portugués”.
Siendo que el surrealismo originado en Francia tuvo en Argentina su primera
publicación americana –la revista Qué,
editada por el poeta Aldo Pellegrini- es obligada la pregunta sobre qué idea
tiene el compilador sobre los autores argentinos que asumieron algunas marcas
de ese movimiento innovador: “Pellegrini fue el gran difusor del surrealismo,
pero no es su gran poeta en Argentina. Me interesa su relación directa con el
surrealismo, sin temer que tal inmersión pudiera oscurecer la revelación de una
poesía más americana, sin sufrir demasiada influencia de las poéticas europeas.
Pienso en Cuba, por ejemplo, en las relaciones que la generación del grupo
‘Orígenes’ podría tener más abiertas, por fuera de la tutela de José Lezama
Lima. Los argentinos fueron más cosmopolitas en tal sentido, sin perder sus
valores propios; basta ver la poesía de Molina y Madariaga”.
Martins, director de la revista electrónica Agulha y autor de varios libros de poemas, entre ellos Extravío de noches, sostiene que el
surrealismo para nada fue una escuela, y sobre los
rasgos supuestamente dogmáticos de su líder, el poeta francés André Breton,
explica: “Es cierto que a veces esto no pasa de una trampa conceptual, pero no
había una escuela sino una obsesión vital, una exaltación de las condiciones más
radicales. Y dentro de esa exaltación se
dieron actitudes que son incuestionables, que pueden asumir la máscara de un
dogma. El comportamiento de Bretón en nuestro continente es refutable bajo
diversos aspectos, aunque hay que tratarlos sin preconcepto”.
Subtitulada
“Antología del surrealismo en la poesía de Nuestra América”, la compilación Un nuevo continente, engrosa una amplia
bibliografía sobre el tema con un registro de libros que incluyen la Antología de poesía surrealista (1961) de
Pellegrini, el ensayo “Proyecciones del surrealismo en la literatura argentina”
(1967), de Graciela de Sola, y las obras de Stefan Baciu, Antología de la poesía surrealista latinoamericana (1974) y Surrealismo latinoamericano: preguntas y
respuestas (1979).
Otros
poetas argentinos considerados con alguna textura surrealizante en sus obras
son Oliverio Girondo, Juan Antonio Vasco, María Meleck Vivanco, Carlos Latorre,
Juan José Ceselli. El compilador del libro asegura que prepara una edición
ampliada y agrega: “Creo que hay dos ausencias
grandes, la del mexicano Octavio Paz y la del guatemalteco Luis Cardoza y
Aragón, por problemas de derechos de autor. Faltan otros por las razones
naturales de toda antología, que es su condición fragmentaria. Además de los
que mencionas, hay más poetas expresivos: Léon Gontran Damas (Guyane),
Margaret Randall (Estados Unidos), Thelma Nava (México) y que pretendo
reunirlos en un libro próximo y en la edición brasileña que estoy traduciendo”.
Martins, se refiere también a la poesía llamada afroantillana, en la que se
observa un fuerte componente surrealista, aunque se diferencie del europeo: “El
poeta de Martinica Aimé Cesaire, habla de las relaciones entre el surrealismo y
la negritud, y es perceptible el mundo mágico, la boda posible con ese fondo
mágico de la libertad, el punto en que se tocan África y Antillas. En mi libro
están Cesaire e Magloire Saint-Aude, pero también podríamos hablar de Étienne
Lero y Léon Gontran
Damas”.
El
surrealismo, para Martins, sigue vigente: “Siguen existiendo dos perspectivas
del surrealismo: la formación grupal, que todavía se puede verificar en varios
países – en nuestro continente, en Brasil, Chile y Estados Unidos, por ejemplo
–, y la afirmación de un estado de espíritu, la búsqueda de las fuerzas del instinto,
del sueño, del subconsciente, al mismo tiempo que una afirmación de la
realidad. Todo esto, de una manera y otra, absolutamente integrado con la
libertad y el amor, al decir de Pellegrini, que configuran la vida integral del
hombre”.
Por
último, el poeta brasileño, interrogado acerca de si en los años sesenta se dio
una integración de dadaísmo, surrealismo y poesía beatniks, en grupos
iconoclastas de América Latina como “El techo de la ballena” de Venezuela y el
nadaísmo colombiano, concluye: “Estoy completamente
de acuerdo. Hay todo un capítulo dedicado a esto en un libro que preparo para
edición en Brasil. Es la ausencia total de dogmas, una mezcla mágica, donde
están los nadaístas colombianos, la gente de Eco Contemporáneo en Argentina, El Corno Emplumado en
México, y además ‘City Lights’, despliegues del ‘Refus Global’ de Québec, los
brasileños Roberto Piva y Claudio Willer y, sobretodo, hay un sentido vital de
correspondencias, los vasos comunicantes funcionando de una manera
sorprendente”.
JB
¿Cuál es la idea de esta compilación?
FM
Reunir lo que hay de más representativo en la poesía surrealista en todo el
continente americano. Es la primera vez que se hace algo así. Pero lo entiendo
como una primera etapa. Tengo conciencia de su insuficiencia, y sigo
trabajando. Hay una edición ampliada prevista para 2006 y una versión al
portugués.
JB
¿Qué idea tenés de los denominados poetas surrealistas argentinos,
especialmente de Pellegrini?
FM
Pellegrini es el gran difusor del surrealismo, pero no es su gran poeta, en
Argentina. A mí me encanta su relación directa con el surrealismo, sin temer
que tal inmersión pudiera oscurecer la revelación de una poesía más americana,
sin sufrir demasiada influencia de las poéticas europeas. Pienso en Cuba, por
ejemplo, en las relaciones que la generación de Orígenes podría tener más
abiertas, no fuera la protección de
Lezama Lima. Los argentinos fueron más cosmopolitas en tal sentido, sin perder
sus valores propios. Basta pensar en la poesía de Enrique Molina y Francisco Madariaga.
JB
¿La poesía llamada afroantillana tiene un componente surrealista?
FM
Aimé Cesaire siempre habla de las relaciones entre el surrealismo y la
negritud, y es perceptible el mundo mágico, la boda posible con ese fondo
mágico de la libertad, el punto en que se tocan África y Antillas. En mi libro
están Cesaire e Magloire Saint-Aude, pero también se puede hablar de Étienne
Lero y Léon Gontran Damas.
JB
¿Hubo dogmatismo en la escuela de Bretón?
FM No
se trataba de una escuela. Es cierto que por veces esto no pasa de una trampa
conceptual, pero no había una escuela. Había una obsesión vital, una exaltación
de las condiciones más radicales. Y creo que en tal exaltación no hay como
evitar ciertos puntos incuestionables, que pueden asumir la máscara de un
dogma. El comportamiento de Bretón en nuestro continente es refutable bajo
diversos aspectos. Pero hay que tratarlos sin preconcepto.
JB
Por qué no están Cardoza y Aragón, Braulio Arenas, Oquendo de Amat y otros
poetas de textura surrealizante, igiual que la argentina, octogenaria María
Meleck Vivanco, quizá la última surrealista viva?
FM
Braulio Arenas está. Hay dos tipos de ausencia: Octavio Paz y Luis Cardoza y
Aragón no están por imposibilidad de gestiones de sus derechos de autor; los
demás por las razones naturales de toda antología, por su condición
fragmentaria. Además de los que mencionas, hay más poetas expresivos – Juan
Antonio Vasco (Argentina), Léon Gontran Damas (Guyane), Margaret Randall (Estados Unidos), Thelma Nava
(México) etc. – que no están, pero que pretendo reunirlos en una segunda
edición que tengo ya en planes. Lo mismo en la edición brasileña que trato
ahora de traducir.
JB
Hubo en los años 60 una integración, en los grupos iconoclastas de América
Latina, de dadaísmo, surrealismo y poesía beatnik. ¿Lo ves así?
FM
Estoy completamente de acuerdo. Hay todo un capítulo dedicado a esto en un
libro que preparo para edición en Brasil. Es la ausencia total de dogmas, una
mezcla mágica, donde están los nadaístas colombianos, la gente de Eco Contemporáneo, El Corno Emplumado, City Lights, despliegues del Refus Global de Québec, los brasileños
Roberto Piva y Claudio Willer, El Techo de la Ballena , hay de todo, y
sobretodo hay un sentido vital de correspondencias, los vasos comunicantes funcionando de una manera increíble.
JB
¿Existe el surrealismo hoy, dónde, cómo?
FM En
las alturas de una de las ruinas del imperio Inca me ha llamado la atención una
placa: “no hacer destrozos”. ¿De quién nos protege? Es curioso que nadie
pregunte a cerca de la eternidad del dadaísmo o mismo del simbolismo. ¿Por qué
tanto esmero en destrozar al surrealismo? Siguen existiendo dos perspectivas
del surrealismo: la formación grupal, que todavía se puede verificar en varios
países – en nuestro continente, en Brasil, Chile y Estados Unidos, por ejemplo
–, y la afirmación de un estado de espíritu, la búsqueda de las fuerzas del
instinto, del sueño, del subconsciente, al mismo tiempo que una afirmación de
la realidad. Todo esto, de una manera y otra, absolutamente integrado con la
libertad y el amor, al decir de Pellegrini, que “configuran la vida integral
del hombre”.
[2005]
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