Estudos de Pele, del poeta Floriano Martins nos remite, desde su mismo
título, a la creación de un mundo aparte, a la invención de un lugar que es el
único posible para el poeta: el lugar de la escritura. Entrar en este poemario
es aceptar las reglas del juego de la invención, de la creación y de la
gestación de un universo que tiene lugar en la ubicuidad del poema y su lectura
-esa conjunción que hace posible el sorpresivo encuentro con la poesía. Desde
el comienzo, entonces, sabemos qué territorio pisamos. El territorio de la
creación poética, el territorio del fingimiento -el poeta, ese fingidor, como quería Pessoa-, el lugar
sin límites de la palabra en estado de incandescencia. Palabra desvinculada de
ese impositivo ejercicio que el sentido común le ha otorgado: nombrar, dotar de
sentido al mundo, jerarquizar y definir fronteras entre esto y aquello, entre el afuera y el adentro, entre lo permisible y
lo interdicto que toda sociedad
impone.
La palabra poética -palabra desvinculada de toda
servidumbre-, desnombra el mundo, trastoca y desarregla los sentidos (Rimbaud),
desjerarquiza y desdibuja las rígidas y artificiales fronteras entre esto y aquello, entre el adentro y
el afuera, entre lo permisible y lo prohibido. Palabra desbocada hacia el vértigo, hacia la entrópica incertidumbre de lo real,
hacia la puesta en duda, bajo sospecha, de
la tranquilizadora categoría de lo verdadero.
En ese
territorio de incertidumbre sucede
Estudos de Pele. Lo que ahí sucede es
una proliferación de escritura en zigzag, de híbridas ramificaciones
discursivas en constante transmutación de sus sentidos. Veamos este punto más
de cerca: Floriano logra apropiarse de innumerables discursos, decursos y géneros escriturales; todo se
va articulando dentro de un ámbito narrativo ya que se trata de historias, pero
de historias fragmentadas, astilladas a veces, inconclusas o, más exactamente,
carentes de desenlace, de una resolución final, cuentística, diríamos. Si hay
una apropiación de lo narrativo, también tenemos una apropiación del género
dramático, teatral, escénico. Este recurso abre la escritura poética a un
espacio virtual y, por tanto, a un tiempo, el tiempo de la actuación, de la
representación, de la “puesta en acto” (Lacan) del poema. Se vive un drama de
voces, y un desdoblamiento de esas voces en otras, un tañido de ecos que
recorren la escena y que se pierden en la atmosférica imantación allí creada.
Diálogos. Las sombras que Floriano Martins proyecta dentro de estes estudos, dialogan entre sí, y dialogan,
también, con el lector. Y dentro de esos inquietantes diálogos marcados por el
desasosiego, que indagan en las profundidades del ser -y que, por momentos me
remiten a la subjetiva y deslumbrante prosa poética de Lispector-, se impone
otro recurso estilístico de gran significación: la interrogante, la pregunta;
rítmica pregunta obsesiva, como un detonador que hace añicos la pasiva
hecatombe de la costumbre. La interrogación constante que atraviesa estas
páginas está muy lejos de ser un mero artificio retórico y, más bien, es la
columna donde se vertebra lo medular del discurso poético, lo que justifica
todo el andamiaje formal y las múltiples apropiaciones genéricas. La pregunta
-la gran Pregunta de la poesía- es la que detiene el tiempo lineal de la
Historia y nos traslada a un tiempo mítico -que, por estar fuera de la
Historia, está siempre presente, es presente perpetuo y arquetipo-. Y la Pregunta se
interroga sobre la palabra y sobre el sentido: “Cómo resguardar a palavra sem
seu sentido, extraviar o corpo sem dor, a alma sem nela crer?”; se interroga
sobre el nombre: “Precisamos, sei, de um nome. Que seja o meu, o
teu, outro, mas que falem todos os filhos a mesma língua”; búsqueda de una
lengua común, que es también la búsqueda del origen perdido; búsqueda, por la
poesía, de la superación del castigo babélico y del alumbramiento de una
ecuménica lengua anterior a la Caída. Noble búsqueda imposible porque, el poeta lo sabe: “Os
nomes não dizem nada. Teu verdadeiro nome para sempre está perdido”. En
efecto, la poesía es una búsqueda de lo imposible y es, paradójicamente, la
implícita conciencia de ese fracaso: el nunca hallar lo buscado. Sin embargo,
el hallazgo se encuentra en la búsqueda que es el poema, en el incesante suceder de la escritura, en los
sorpresivos encuentros y en los inesperados vislumbres que sólo acaecen en la
deriva de una escritura que se busca a sí misma. Palabra: nombre: máscara. La
máscara -esa persona- es a la vez el
símbolo de la representación y del ocultamiento, del artificio y de lo real
detrás de éste. Por eso nos dice el poeta: “Quantas máscaras recaem sobre
mim?”; “Onde estás, máscara, Festa, és tu?”. Sabemos que somos muchos, pero no
sabemos cuantos somos. Desde Whitman, desde Rimbaud, desde Freud, aceptamos la
condición plural de la existencia: “¿Me contradigo? Contengo multitudes”,
afirmaba el poeta de Manhattan. Y Floriano pasa de la máscara al cuerpo, a la
pregunta sobre el cuerpo: “Quantos corpos teus desejo agora?”; “Quantas partes
tuas espalhadas por mil corpos?”. El cuerpo imposible, el cuerpo del deseo;
cuerpo-metonimia incesante que, al igual que la poesía, se evade en el deseo de
la búsqueda: “Ou acaso o que me encanta é seu vazio?”. El cuerpo -al igual que
la máscara- es el símbolo de la representación y del ocultamiento del ser, de
ahí la imposibilidad de aprehenderlo, de ahí su fugacidad y su vacío.
Si la
interrogación es la constante medular de estes Estudos de Pele, la mujer
-la Mujer-emblema-, o más correctamente las encarnaciones y apariciones
femeninas en el discurso poético, son las articulaciones sin las cuales este
organismo poético no podría caminar. Floriano Martins recurre a nombres
propios: María, Magdalena, Marta, Ruth, Raquel, Sara, mujeres bíblicas, mujeres
míticas, mujeres que también nos introducen en un tiempo perpetuo y circular,
propio de la poesía. Todas las mujeres como la Mujer, y viceversa: “com cuantas
mulheres te deitarás, supondo que estarei em cada uma delas?”. María, arquetipo
de pureza, pero también, en la escritura del poeta, sinónimo de creación -al
igual que Dios Padre-: “meu filho me foi doado pelo esplendor de minha ilusão”.
Sólo a partir de un esplendor de esperanza se produce el milagro; la creación
es, antes que nada, la creación del deseo y el anhelo de una concretud. Fusión
de las antinomias: lo carnal y lo espiritual, Dios y el hombre, el deseo y la
realización, confluyen: “que não serás Deus enquanto não fores homem”. Otra vez
la dualidad y la duplicidad del ser siempre en juego pero abolida la
contradicción en la Unidad necesaria. De ahí la importancia de esas mujeres en
la escritura de Martins: no hay completud posible sin ellas, sin su invención,
sin su participación e intromisión en el lenguaje, en la lengua bífida del
poema, y por otra parte, ese complemento es inalcanzable, ilusorio, utópico,
sólo dable en el reino de la magia o del mito -del cual hemos sido expulsados
hace tiempo.
Estudos de Pele: paradójica definición de ese imposible
llamado poesía pero que Floriano Martins logra hacer realidad en el milagro -en
el deseo del milagro- de una palabra tan desbocada como intensa; incandescencia
que pregunta y pregunta que, en su respuesta, quema.
[2005]
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