segunda-feira, 8 de setembro de 2014

MARTÍN PALACIO GAMBOA | La estrategia en el útero del caos



Floriano Martins lleva a cabo una travesía escrituraria cuya dirección desviante rechaza cualquier intento que pretenda negar la incondicional capacidad transformadora del sueño y lo fortuito, esa

nuestra estrategia en el útero del caos. [1]

Lo que ya implica una acepción del barroquismo y el trazo abriente de lo visionario, eso que permite al poema convertirse en una figura hermética y blindada al presenciarse un movimiento ascensional de desprendimiento de toda exterioridad alusiva, donde la desintegración del yo autoral en su propio torbellino gráfico no supone un fin, sino su posterior integración en el macrotexto como idealidad trascendente. Eso quiere decir que la unidad inmanente se hunde en su propia disolución para asimilarse luego en el horizonte de la totalidad como índice trascendental; no se la niega del todo, pero se afirma una unidad distinta superior ya que si,

aunque vagas nociones del absurdo,
nuestras metáforas están impregnadas de vértigo [2],
también es cierto que
el mundo está salvado por esas terribles contradicciones[3]

Esta experiencia unificante del sujeto no se verifica en la realidad inmediata sino en el poema, donde recobra nueva actualidad; en otros términos, el texto se instala como una zona habitable y prodigiosa donde el individuo pierde su centro para integrarse en lo mirífico. Dicho texto, por su misma acentricidad, termina asemejándose a Dios, el cual puede compararse a una figura circular cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, y la escritura esconde vehementemente su centro. De allí que, en su ininterrumpido movimiento significante, la palabra persiga el infinito, el fin de lo perecedero, alcanzar el espectáculo de lo absoluto y contener una forma de lo divino en los subterfugios de la página [4]. Por su registro de pulsión alucinatoria lindante con lo esotérico y lo deslumbrante, la poética de Floriano Martins hace visible la conexión de lo infinito en lo finito y el desdoblamiento de lo objetivo en lo subjetivo, estableciéndose el discurso como torrencial idiomático fundado en la simultaneidad, en el desfile constante de iconos desfigurados por su misma inestabilidad:

(…) Sólo es posible arrancar aliento
de la existencia. La muerte no comprende
la voz del vacío, no puede desfigurar su
rostro. El horror ha perdido todos los dones,
los encantos de su propia pasión. La suavidad
es la más profunda quemadura. Es el enigma
del gran incendio que alimenta la historia
de nuestra caída. Es la lengua sobre el fuego,
las canciones de cenizas con peces derramados. [5]

Por lo imaginario (que es traducción de lo visionario), la escritura penetra en la realidad de las cosas -y en su cerco de imágenes- mucho más profundamente que si estuviera fundada en ideologemas y silogismos; inaugura una instancia figural inhabitada cuyo registro retórico promueve una serie semántica dispersiva, cumpliéndose así una de las prerrogativas del surrealismo en la que lo real y lo maravilloso dejan de ser un mero juego de oposiciones.
Para Floriano Martins, ese modo de comunicar lo incomunicable transita un conjunto de itinerarios aporéticos que cierto estado místico subyacente a este corpus de textos impone al discurso lírico. El poema se realiza como una impostura: presenta una gnoseología no fácilmente clasificable que escapa a cualquier tipo de verbalización -el lenguaje es un equilibrio de asombros [6]- que pretenda asediarlo asertiva y uniformemente; impostura que se vale del poder diversificador de la metáfora y de la cadena de dificultades que ésta inaugura para consolidar los parámetros definidores de la poética. Para proseguir con la atención puesta en la constitución del relato de la poesía como conocimiento, vale recordar la observación de Foed Castro Chamma respecto a que la Filosofía tiene su delineación en la Poesía como corolario de la Verdad y la Belleza, ambas entrelazadas al espíritu creador, lo cual encuentra extensión en los actos. La Verdad es un desafío desvirtuado muchas veces por la imaginación al reducir lo real a lo meramente simbólico. En el entronque de la imaginación y de la razón ocurre la captura de lo que subyace al margen de lo real y se ofrece como revelación al Conocimiento. Conjugada a la razón, la imaginación atiende al ejercicio del espíritu creador cuya escalada va desde el conflicto de la representación a la lectura, la interpretación y la elaboración de la obra de arte, la cual es crítica en la identificación concomitante de los grados de la realidad y el encuentro del individuo consigo mismo” [7]. En definitiva, se ratifica una ganancia insoslayable: la onticidad subjetiva del conocimiento poético, y con ella, la incorporación a un nuevo estatuto de la noción de verdad ante la posibilidad de prolongar los poderes divinos, o sea, la creación de mundos, de cosmogonías con leyes propias, cuyo sostén es la devaluación de cualquier gesto mimético, en aras de ganar solidez para el ser de lo poético. De allí la pertinencia con que Maria Zambrano afirmaba el hecho de que no es camino la imitación (...) [porque por ella] se multiplica la decadencia, se patentiza el no-ser, se precipita la muerte sin estar maduro para ella. Copiar los rasgos de lo fenoménico sin inyectarle otras porciones de sí mismo ya recreadas no produce un ahondamiento en su ser, sino un estancamiento en lo epidérmico. Es necesario, entonces, recuperar la transposición del umbral de significados insuficientes, incompletos, otorgados a las cosas para convertirlos en sentidos plenos, pues el universo está allí delante, intacto casi todavía para nuestro conocimiento con su dura sustancia, hecha de claves y reservados jeroglíficos” [8]. O como diría Martins:

(…) Lo que pasa
con la poesía es que debe el poeta conocer, como
recuerda José Ángel Valente, la sumaria ley del círculo; [9]

es el ejercicio de penetración e intervención en el recinto desconocido o cerrado -laberíntico- aún del mundo aprovechándose del poder traslaticio que obra el lenguaje sobre la realidad, ese metal candente que

parece tener una aversión natural a la representación [10].

[2009]

[Del libro Los trazos de Pandora, de Martín Palacio Gamboa. Coleção de Areia # 08 del Projeto Editorial Banda Hispânica. Brasil,2010.]






[1] Nossa estratégia de permanência no útero do caos (“Carvões de Eduardo”, de Cinzas do sol).
[2] Nossas metáforas estão impregnadas de vertigens, mesmo que vagas noções do absurdo (Colunas circulares, 13, de Tumultúmulos).
[3] O mundo constantemente é salvo por essas terríveis contradições. (idem).
[4] Paráfrasis y adaptación de un fragmento de “Julio Herrera y Reissig. Las ruinas de lo imaginario”, de Eduardo Espina. Editorial Graffiti. Montevideo, 1995.
[5] (...) Somente é possível arrancar alento/ da existência. A morte não compreende/ a voz do vazio, não pode desfigurar seu/ rosto. Perdeu o horror todos os dons,/ os encantos de sua própria paixão. A suavidade/ é a mais profunda queimadura. É o enigma/ do grande incêndio que alimenta a história/ de nosso declínio. A língua sobre o fogo,/ canções de cinzas com peixes derramados. (Os miseráveis tormentos da linguagem e as seduções do inferno nos instantes trágicos do amor de Barbus & Lozna, 9, de Alma em chamas).
[6] A linguagem é um equilíbrio de assombros, de Os miseráveis tormentos da linguagem e as seduções do inferno..., 40.
[7] Castro Chamma, Foed. “Livro Primeiro: vitalidade da arte”. Véase Agulha, número 21/22, correspondiente a los meses de febrero y marzo de 2002. www.revista.agulha.nom.br/ag21capa.htm (traducción de Martín Palacio Gamboa).
[8] Zambrano, María. “La razón en la sombra. Antología”. Ediciones Jesús Moreno Sanz, Madrid, Siruela, 1993.
[9] (...) O que passa/ com a poesia é que deve o poeta conhecer, como/ recorda José Ángel Valente, a sumária lei do círculo. (Os miseráveis tormentos da linguagem e as seduções do inferno nos instantes trágicos do amor de Barbus & Lozna, 40, de Alma em chamas).
[10] parece ter uma aversão natural à representação (Cenas apanhadas de um teatro impossível, 5, de Teatro impossível).

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